FICHA DE LA EDITORIAL
Atención: SPOILERS! Esta opinión desvela partes importantes de la novela. Si no la has leído, sáltatela.
Prefiero que la lectura de una novela me provoque sentimientos, aunque estos sean encontrados o contradictorios, que experimentar la más cruel de las indiferencias, la abulia o la impaciencia. Digamos que en «Las congregadas del vaso» hay aspectos que me gustan mucho y otros que me decepcionan un poco / bastante, sobre todo conforme la narración iba acercándose a su conclusión.
Pero vayamos por partes…
Me parece que la novela tiene un arranque espectacular (una iglesia se nos presenta como narradora de la historia), de esos que te engancha (la descripción del primer asesinato y del «trabajo» que el homicida realiza sobre su víctima resulta absolutamente impactante así como de las muertes posteriores) y que te gustaría asimilar de un tirón.
Buscando un ratito entre mis múltiples ocupaciones, la iba leyendo, capítulo a capítulo, por la noches principalmente, lamentando que el sueño me venciera y no poder continuar con una historia tan apasionante. Pero por fin al llegar a la página 200 (aproximadamente) conseguí terminarla de una sola sentada y en una sola noche. Y aunque al final me desilusionara un poco, cerré el libro con la sensación de no haber perdido el tiempo, de haber leído una historia con personalidad (como mínimo).
La historia alterna capítulos que acontecen en Sevilla (Y Sanlúcar de Barrameda) en la época actual y que se me antojan más vulgares con otros que suceden muchos siglos antes, narrados en castellano antiguo y que aparecen intercalados a modo de facsímil. Esta parte me parece conseguidísima y demuestra que «Las congregadas…» no es sólo una novela de misterio que sigue más o menos la moda por lo esotérico – religioso iniciada por «El código DaVinci» y similares, como pudiera parecer tras una primera lectura superficial, sino un texto bastante trabajado y documentado, sobre todo en esos capítulos centrados en explicar los milagros de la Virgen del Vaso y su posterior desaparición / ocultamiento.
Por otro lado, la otra parte (la que sucede en la actualidad) no me parece tan conseguida ni tan interesante. Es difícil que una juez tan petarda y tan creída como Fátima (siempre pensando en «lo mismo») o que una abogada con tan poco seso como Olalla (también bastante petarda) me provoquen simpatía o la más mínima empatía. Pero no puedo ocultar tampoco que al terminar la novela experimenté cierta amargura al intuir (una especie de coitus interruptus literario) con impepinable convicción que en mi rutinaria vida no aparecería jamás una mujer tan hermosa como Fátima.
Algo diferente sucede, sin embargo, con las congregadas (Elenita, Cástula, Angustias…) que sí me trasmitieron bastante ternura.
Finalmente, la aparición de la Madre Abadesa acompañada de sus jóvenes y bellas guardaespaldas o la caracterización de Anfortas parecen acercarnos más al terreno del comic (manga) o al universo almodovariano respectivamente. En general, casi todos los personajes me parecieron demasiado extremos, poco reales, sólo aceptables en un marco puramente fantástico (algo que no me parece mal, al contrario, pero que le quita algo de rigor o de seriedad a la trama). Este detalle me hace suponer también que al autor le interesaba más bien desarrollar una narración entretenida, enmarcada en un universo muy personal en donde prima lo estrambótico o lo exagerado, algo que considero como una cualidad excepcional del texto, ya que lo dota de una personalidad intransferible (aquello que los pedantes definen como «tener un universo propio») pero que, por otro lado, me impide que me tome en serio lo que se me cuenta. Primer sentimiento contradictorio.
El segundo sentimiento contradictorio me lo provocó el personaje de Jesús. Por un lado, se nos presenta como un asesino bastante infeliz (que no está loco, otro punto a favor de León Asuero, o al menos no más que el resto de personajes) y finalmente como un héroe, dispuesto al sacrificio por salvar a su ex. Esto me decepciona bastante; no lo veo muy coherente con el personaje en cuestión. Sin embargo, es, con diferencia, el más interesante de todos los personajes que aparecen en la novela por esa doble dualidad de vivir una existencia de lo más normal y ejecutar tan imaginativos asesinatos como si tal cosa. Y también, por su obsesión compulsiva por Olalla (y por la música de Sade).
Y es que es verdad que otra cualidad genial de la novela aparece en el modo perfecto como se nos describen los diferentes asesinatos, con todo lujo de detalles y un elegante sentido de lo escabroso por parte del autor y un espectacular e impresionante barroquismo en la puesta en escena por parte del criminal.
También me interesa mucho el que el/ los asesino/s se nos presentan no como unos psicópatas sino como soldados de una Santa Cruzada y las muertes como consecuencia más bien de una especie de extravagante y fanática guerra entre bandas. En ninguno de los asesinos observamos el menor rastro de culpabilidad. Al contrario, piensan que con sus actos criminales acercarán a las víctimas martirizadas con mayor prioridad a la Gloria Eterna precisamente por eso: porque mueren como mártires. Es decir: o todos los seres que pululan por la novela están completamente locos o todos cuerdos (el universo surrealista, extremo al que hice referencia anteriormente) pero aquí no valen los términos medios.
Por otro lado, tampoco me parece de recibo que se nos esté ofreciendo la posibilidad de un encuentro lésbico (o una historia de amor) entre las dos mujeres que al final queda en nada, aunque teniendo en cuenta el estilo sintético con el que el autor resuelve uno de las pocas escenas sexuales de la novela (entre Olalla y Jesús), me da la impresión que a éste le interesan poco este tipo de cosas como narrador. Parece que le preocupa más conseguir contar su historia sintetizando lo más posible, trasmitiendo en todo momento frescura, vivacidad, emoción (de bolsas de pipas, no de llorar). Pienso que todo esto lo consigue con nota bastante alta dando como resultado una historia bastante ágil – a pesar de todos esos sentimientos contradictorios que me trasmite- y que quizá en otras manos se habría convertido en un texto denso, con exceso de información, intragable.
En esto radica la que considero la cualidad fundamental o más importante de esta novela: que se lee estupendamente, que está narrada con gran sentido del suspense, de síntesis y de ritmo y que, en definitiva, «Las congregadas del vaso» es una historia que no deja indiferente, tremendamente entretenida e interesante.
JOSEPH B MACGREGOR
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